Todo sobre Holanda!
En la tarde del martes, desde el balcón de su casa y con el canto de los pájaros, tomando su merecido descanso, Cristina nos relata las peripecias antes y durante su viaje a Holanda.
Hasta unos días antes de partir, no había certeza de que se pudiera realizar el viaje, dada la emergencia sanitaria mundial ante el Covid.
Daniël van Horssen, técnico de grabación con quien trabaja desde el año 2017 para grabar en la iglesia de San Bavo en Haarlem, Holanda, organizó la logística del viaje.
Él fue quien propuso realizar el disco de Alkmaar, y gracias a su manera organizada de trabajar, se han logrado realizar proyectos realmente gigantes. Al momento de comenzar a trabajar en los discos de Altenburg y Naumburg, Cristina sintió que lo mejor era contratar a Daniël nuevamente, quedando pendiente una visita a Leeuwarden, Holanda.
El plan original era viajar en agosto, pero la pandemia no lo permitió, y luego surgió la oportunidad de ir una semana en octubre, con el virus ya un poco bajo control, pero con un panorama económico complicado.
Fue entonces cuando junto con el pastor Jerónimo Granados, de la Congregación Evangélica Alemana, surgió el realizar una serie de conciertos. Esta oportunidad sirvió para presentar cuatro programas diferentes; dos durante el 19 y 20 de setiembre y dos para el Día del Patrimonio, el 3 y 4 de octubre.
Llegada la fecha programada del viaje, Cristina cruzó el Atlántico, arribando a Amsterdam donde tuvo cuatro días de amistoso reencuentro con su gran amigo y colega, Mtro. Matteo Imbruno, dejando algunas pocas horas para la preparación antes de trasladarse a Leeuwarden, el 11 de octubre. Con la estadía reservada en un bed and breackfast frente a la iglesia de San Jacobo (Jacobijnerkerk), todo iba según lo planificado para la realización del nuevo disco.
Durante los dos primeros días en la ciudad de Leeuwarden, Cristina pudo conocer varios restaurantes de la zona antes de que se cerraran muchos locales por una suba de casos de Covid. En el cuarto día -jueves 15-, a las 15:20 horas, nuestra querida Cristina completaba su nuevo doble CD (¡cada disco sumó un minutaje de casi 79 minutos de música!) terminando así de grabar la obra integral de Bach! Y lo festejó, como la pandemia le permitió, con una cena de supermercado en su habitación.
Después de terminar la grabación del Preludio y Fuga en mi menor BWV 548, Cristina nos dice:
“Ahí sentí: ¡Ay! Creo que terminé de grabar toda la obra de Bach para órgano. Por más que yo seguía acumulando músicas y músicas y músicas y músicas y no quería terminar más, pero algo me dijo: La situación pandémica, la edad, el cansancio normal de haber hecho tanto hasta ahora. (…) Que me dije: Yo puedo plantar bandera ahora mismo. O sea, si tengo la oportunidad de seguir grabando (…), si, sigo grabando (…) Pero, cuajó bien, porque si te das cuenta son en cantidad física 25 discos (…), en 25 años. (…) Entonces me dije: 25 años más 25 discos es igual a 50. Estoy celebrando los 50 años de mi actividad como profesional en la música, que lindo. Me encantó. Punto.”
Hisopado mediante, Cristina luego viajó hasta la ciudad de Zaandam, donde permaneció alojada en un hotel frente a la estación de tren durante cuatro días. Allí disfrutó del entorno y de los diálogos profesionales y amistosos que mantuvo con el ingeniero de sonido - Daniël van Horssen, quien vive en esa ciudad junto a su familia.
En cuanto al órgano donde Cristina interpretó las obras restantes para completar su colección, ella nos cuenta que la pedalera presentaría cierto desafío. Por esto, Cristina debió de practicar en su casa antes de viajar, tomando una posición similar a la que tomaría en el instrumento de la Jacobijnerkerk. En vez de presionar los pedales con las piernas más estiradas hacia adelante, Cristina colocó el banco más cerca al órgano, para que sus piernas quedaran dobladas hacia ella. Otra curiosidad que nos comparte es que los pedales, y sobre todo los manuales son bastante pesados, lo que requiere de un gran esfuerzo físico al momento de ejecutar obras muy rápidas.
Cristina nos cuenta que el instrumento tiene tres teclados, que es una belleza, y comenta que los timbres dentro de los registros de la familia de los principales tienen una sonoridad similar a las violas da gamba. Este órgano sería como el hermanito menor del órgano ubicado en San Bavo, Haarlem, construido por el mismo organero: Christian Müller, sobre el año 1730 aproximadamente.
Durante sus días de grabación Cristina dedicaba desde las 9 de la mañana hasta el mediodía, parando para almorzar y luego continuaba hasta las 4:30 de la tarde más o menos. Luego de la cena -a la hora de la merienda de Uruguay-, regresaba a la iglesia por unas horas más de trabajo hasta las 9 o las 10 de la noche.
Cristina explica que cada obra se graba unas tres veces para asegurarse de tener el mejor material posible para la edición y producción.
Como anécdota, ella comparte un recuerdo sobre su disco dedicado a Joan Baptista Cabanilles:
“Yo le pregunte -al técnico- cómo iba a ser, ¿no? Si hay posibilidad de cortar, de repetir por si me equivocaba.
Me dijo: Pero por supuesto.
Entonces yo le dije: Bueno, pero… ¿Qué? ¿Se va recortando y pegando?
Y claro, me dice el técnico.
A lo que le respondí: Pero entonces no es verdad lo que uno hace, es un poco un rejunte.
Y él me dijo algo que me pareció divino: Nosotros ponemos lo mejor de ti. O sea, tomamos las mejores versiones y tratamos de pegarlas, eso hace que las obras se vean en tu máximo esplendor.
Y me encantó, porque eso no existía mucho tiempo atrás cuando no se podía hacer esas trifulcas, esos emparches. Antes se grababa de una, con pifias o sin pifias si eras un crack…”
Tomando un tren hasta Amsterdam, un avión hacia Madrid y otro hasta Montevideo luego de una espera de diez horas, Cristina finalmente regresó a casa.
Nos vemos con más la próxima semana!